¿De qué van mis sueños cuando tú abres los ojos?
De mejorar los campos de concentración
plantando tulipanes en pleno monumento al genocidio.
A veces creo que sería bueno chocar contigo
y explotar bajo las mismas coordenadas,
a gemidos
o en silencio.
Siempre me aplasta el inconsciente
y termino arrastrándome hasta tu cintura.
Y nada.
A menudo, todo.
Me tragan recuerdos y no me escupen.
O viceversa, los escupo y me cae todo en el rostro.
Caminé dos pasos hacia ti,
me diste la mano
y volamos un papalote.
Nada mejor que colapsar
entre la estampa de tu sonrisa.
-No sé si en cinco o en diez años…-
Dijiste.
Llegamos.
Nos quitamos las sombras de encima.
Me encontré el mapa de tu nombre
y las piezas de tu armario.
“De sueños y risas que caigan de tu pubis”
Conjuré un día.
Afuera el Verano muriendo de envida.
Y ahí estábamos.
Brinqué y me mojé entre los charcos de tus piernas.
Terminé lloviendo.
Inundamos.
Nuestro viaje, más agitado que la Kingda Ka,
nos construyó un ‘para siempre’.
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