a Yah
Tus gestos que miro hoy son pradera y manglar,
me
he guardado en tus besos de risa, en tu vientre capeado y pululante
allí
donde he aprendido el vuelo, salto de nuevo y se escapan mis bisontes en fuga
los
destellos nos salen de la garganta y saben a ritmo de agaves,
a
estar chupado un pantano dulce/ de tus charcos.
Yo me muevo
con piezas distintas de puzzle, con músculos de ventrílocuo
y una glándula que se llena de aullido.
y una glándula que se llena de aullido.
Soy el estanque y dentro de mi cabeza croan las ranas,
me
columpio, pendulo a
ratos, levito;
los hilos de
las muñecas son laureles y escándalo,
choques
eléctricos al bailar: la salpicadura, el oleaje,
el
licor de tu luz central, los
labios láser.
Estoy
relinchando las luchas con la voz alta ladrando,
con
larva de miércoles carcomiéndome los dactilares,
latigazos
de viernes, loquero de lirios volátiles, desfilando el polvo,
comiendo
albaricoque de costillas escalfado de ola de leche, derroche de lucidez,
flúor
aromático de lujuria en el delantal de tela;
soy
un lunático con dedos de lumbre entre tus muslos de algodón, reales, suavísimos,
las
pestañas que leen la longeva prosa: pliegues que ululan en tu lengua,
el
gato siguiendo su cola veloz, girasol transfigurado que levanta el vuelo cual
ave emplumada, monosílabo de calavera que seduce el limbo y no cae a los cielos.
La
neblina resuelve el límite de tus periferias,
faroles
amaestrados estos que llevo en el rostro,
esa
altivez que me enloquece cual olvido tuyo.
Lograr
llegar a tu lóbrego juego cuando tu lóbulo endiablado y tus diablos hilarantes;
caigo
ante tus pasos ligeros de globo, de pluma,
lunares
tibios que beso despacio, volcanes que me cimbran y me llenan de ceniza
voladora que escarcha mi alma limada por el tiempo; fractales, cálidos
laberintos que me deslizan hasta llegar al sismo prolongado, a la ciudad de
luciérnagas célicas.
Eres
mi colibrí púrpura, papalóptero o helicoálote
clítoris
caliente que calcina mi boca eléctrica,
mi
monte celeste, la blancura de un latido que confiesa lagrimas,
irreverencia
y párvulo camino, péndulo de hipérbole; me he arrancado un lustro dedicado a deshuesarme la mente , me han
secuestrado hasta la sangre neón,
desgracia
desde el primero al último balazo de silencio, los radares que no dan conmigo,
tus
manos cuchillo, los cactus suaves detrás de las ventanas, donde golpéanse los dientes desgastados cuando
serpenteamos cual gusanos de
maguey,
como
cristal que observa las auroras boreales que lucen tan reales desde lo lejos
entre tu cadera nublada del insomnio.
Soy
la playa enflorada con dados sensoriales que me exploran a la suerte de tus
grandes manos; alianza de columpios encadenados, sueños de ferrocarril largo y
lento,
moléculas
de libélula con clavos en las alas, lodo en las mejillas,
astillándose
las vulvas cual manga de agua,
como
lectura de tarot listo para el lenguaje
de eles que elean sobre tus clavículas,
para
tus sonidos de violín y la oralidad en
tu ombligo plata;
mi
león de mandarinas jugosas, bailarina en mis vísceras, de montaña rusa
ilimitada.
Eres
saliva lúpulo-mezcalera, misterioso crucigrama con filo,
mi
jardín de vaivenes, el milagro entre la desesperanza,
la
láctea de mi vía cósmica,
mi
diosirena.