lunes, 2 de diciembre de 2013

Justo como un sueño a viceversa.

Anda y rompe los cubos de hielo
todo sobre mi espalda
de qué va la vida
sin sensaciones en la piel,
me pregunto.

Corre sobre mi torso
clávame tus uñas,
muérdeme la nuca
y escupe mi nombre a gritos.

A veces recuerdo
lo jodida que es la última estación
cuando tú no estás
me rompo los dedos aquí
con las palabras que taladran
mi cabeza todas las noches
y todas las madrugadas del espacio bajo cero.
Sé que no regresan de la basura las cosas
porque allá es donde estás
entre lo oxidado
que a ratos odio
y a otros,
también.

Que me hago un caos
cuando veo trenes y no me subo,
o viceversa,
que van tan lento
y mi indecisión no permite que me baje
que me largue lejos
de este olvidado lugar.

Que me carcome el viento
cuando trae a mí esas melodías
de cactáceas y algodones.
Tan obvio es el tiempo
que ni siquiera yo podría negar
que han pasado más de 87 días
quizá eso y quince veces más
multiplicado por los que me perdí
y regresé sin tu sonrisa.

Me he ido,
tantas y tantas veces
que ahora no sé qué es peor
si el regreso del cometa
o la pérdida de mi cuerpo
clavado entre tu cintura.

Pero da lo mismo, te digo
que de verdad ya no importa
porque te he perdonado cada injusticia,
cada ausencia
y cada uno de los pasos
que has dado sobre mi alma
e incluso los trotes,
sin olvidar las veces
que bailaste sobre mí,
tú entre sonrisas
y yo entre el espesor
de la sal que me tenía atrapada
antes de hoy
antes de ayer.